Harto de izquierdas y derechas
Parece que el paso de los años, de las décadas incluso, no nos hace avanzar apenas. Estamos en pleno siglo XXI y seguimos pensando como hace 50 años, que si somos de izquierdas, que si somos de derechas... Payasadas!!!. Eso son sólo etiquetas que quieren que se mantengan obligándonos a la bipolaridad, pues quedando simplificado todo a una dicotomía de este tipo les es mucho más sencillo manejar nuestro enfoque ideológico y poder trabajar nuestra mente para seguir dirigiendo el mundo y que seamos una comparsa a la que se le hace creer que participa y que realmente dirige y decide.
El ser humano no es ni de izquierdas ni de derechas, o al menos no debería serlo. Yo en mi juventud (madre mía el tiempo que ha pasado!!!) era un defensor a ultranza de las diferencias entre ambas y me posicionaba en lugares de la extrema izquierda casi radical, sin embargo con el tiempo y sin abandonar los principios y valores que defendía, mi pensamiento ha ido evolucionando hasta darme cuenta que en el fondo no son sino palabras que definen etiquetas para hacernos más cómoda la clasificación de los demás.
Bien es cierto que las personas de derechas acérrimas, esas tipo Acebes, tipo Esperanza Aguirre, tipo Aznar, tipo Bush, tipo Berlusconi, me ponen en tensión, despiertan mis más bajos instintos y me renuevan esas posiciones que tuve en el pasado más radical (que dejé atrás definitivamente), sin embargo conozco mucha gente tanto de derechas como de izquierdas con la que tengo muchísimas cosas en común sin tener ninguna necesidad de entrar en pensamiento político.
Por ejemplo, nos interesa el avance tecnológico, nos interesa el desarrollo personal, la investigación científica, la profundidad de ciertos literatos, aborrecemos la telebasura y la tele en general que ya casi siempre es basura, nos identificamos con planteamientos de conservación del planeta, nos emocionamos ante determinados lienzos, vibramos al oír ciertas músicas, y así podría seguir enumerando muchos otros aspectos que conciernen al ser humano, a lo que somos, a lo que sentimos, a lo que hay dentro de cada uno. Y sin embargo algunos de ellos defienden ideas políticas muy distantes de mis posiciones más transigentes.
Ya es hora de dejar atrás las luchas políticas y centrarnos en la persona, en la naturaleza, en el desarrollo y en el progreso. No podemos seguir siendo animales prehistóricos que se han convertido en estatuas de sal y miran al cielo observando como el viento y las nubes se marchan y siguen ahí sin poder siquiera girar la vista para seguirlas.
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